ADIÓS SAN JACOBO: SE ACABÓ EL CUENTO || CRÓNICAS de La Promesa Series

SPOILER – “No puede oírme aquí…”

En este adelanto estremecedor, la tensión se palpa desde la primera frase: “No puede oírme aquí. Nadie puede escucharlo, solo yo.” La amenaza es clara, directa y despiadada. El secuestrador le deja claro a su víctima que su destino pende de un hilo y que solo una confesión puede salvarlo. Debe admitir el asesinato de Hann. Si lo hace, podrá conservar la vida, aunque termine en la cárcel. Si no… ya sabe cuál será el final.

Una escena brutal, un comienzo de semana absolutamente apoteósico que deja sin aliento a cualquiera. Y aunque este vídeo no se centra en el “capitán garrapata” —como muchos ya lo llaman— ni en el secuestro que ha puesto patas arriba La Promesa, el avance compartido por Televisión Española es tan potente que era imposible pasarlo por alto. Un aperitivo intenso antes de adentrarnos en el verdadero tema del día: la ruptura inminente entre Martina y Jacobo.

Para entender lo que ocurre, basta recordar una canción que parece escrita para ella: la voz desgarrada de María Jiménez proclamando ese rotundo “Se acabó porque yo me lo propuse y sufrí”. Es, palabra por palabra, el reflejo del proceso emocional de Martina. Porque ya llevamos meses viendo cómo Jacobo intenta controlarla, exponerla, manipularla, vigilando cada uno de sus gestos con unos celos cada vez más evidentes.

Y llega un punto en el que una mujer se mira al espejo y dice basta. Martina, esa joven impulsiva, sentimental, con un corazón enorme pero siempre en busca de un equilibrio que nunca llega, por fin está despertando.

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La relación entre Martina de Luján y Jacobo Montecaro huele a final anunciado desde hace tiempo. ¿Por qué? Porque cuando la ilusión se marchita, cuando la confianza se rompe y cuando descubres que te comprometiste demasiado pronto intentando huir del dolor, solo queda pronunciar la frase que lo resume todo: “Se acabó.”

Hoy analizamos paso a paso por qué el vínculo entre Martina y Jacobo está prácticamente muerto y por qué la decisión más sana para ella es romper su compromiso y pedirle que abandone La Promesa.

Si algo hemos visto con claridad es que Jacobo no actúa como un hombre enamorado.

Cuando un hombre ama, protege.
Cuando un hombre ama, habla en privado.
Cuando un hombre ama, no humilla a su prometida delante de toda la familia.

Y, sin embargo, eso es exactamente lo que Jacobo hizo. Expuso a Martina mostrando las cartas falsas, comparándolas ante todos y dejándola en ridículo. Después, lejos de pedir disculpas, se permitió insultarla y ofenderla. Eso no es amor. Eso es orgullo herido, celos descontrolados y un ego que necesita imponerse a cualquier precio.

Jacobo está celoso de todo: de Adriano, de la conexión de Martina con los bebés, incluso de que respire demasiado cerca de alguien que no sea él. Pero Martina jamás ha sido una mujer capaz de soportar ese tipo de control ni de vivir bajo vigilancia constante.

Para comprender cómo llegaron a este punto, basta evocar el contexto de su relación. Martina conoció a Jacobo cuando huía del desamor con Curro. No había sanado, no había tenido tiempo de pensar, simplemente se aferró a la primera ilusión que se cruzó en su camino. Así es ella: emocional, impulsiva, siempre buscando llenar los vacíos del corazón.

Su historia con Jacobo nació rápida, sin reflexión, sin sosiego. Y ahora, después de tantos desencuentros, por fin está viendo con claridad: ni Curro era su salvación ni Jacobo su futuro.

La llegada de Jacobo fue igual de impulsiva que su compromiso. Lo conoció en aquellas fiestas a las que acudió con su amiga Pilaruca de la Serna, cuando ambas escaparon a la vida alegre del norte, aprovechando la temporada veraniega de la aristocracia en San Sebastián. De la noche a la mañana, Martina apareció en La Promesa con un prometido prácticamente desconocido y un futuro decidido sin pensar.

Desde entonces, Jacobo se instaló en el palacio como si nada y, lejos de integrarse, comenzó a absorber el espacio emocional de Martina, a controlar cada paso.

La pregunta ahora es inevitable: ¿siguen queriéndose?

Jacobo insiste en averiguarlo, Martina evita responder y los espectadores lo vemos con absoluta claridad: no.

Esta semana veremos cómo Martina se acerca más a Adriano, cuidando a los bebés, que a su propio prometido. Ella quería marcharse a Sevilla para despejar la mente, pero el malestar de los niños —con fiebre por la salida de los primeros dientes— la obligará a quedarse. Esa proximidad con Adriano encenderá nuevamente los celos de Jacobo y provocará otra de sus reacciones explosivas, cargadas de reproches y exigencias.

El amor entre ellos está extinguiéndose poco a poco, y todo el mundo lo ve venir.

Pero antes de cerrar este capítulo, existe un factor que podría dinamitar definitivamente ese compromiso: la inminente llegada de Margarita Yopis, la madre de Martina.

La Promesa' emite su capítulo 100

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Margarita, que conoce bien lo que es un compromiso tóxico —solo hay que recordar su historia con Ignacio de Ayala, el “condetieso”— tiene un radar emocional finísimo. Y si viera a Jacobo, solo necesitaría cinco minutos para detectarlo: un hombre celoso, controlador, capaz de traicionar públicamente a su futura esposa.

Es difícil imaginar que permitiera que su hija continuara con alguien así.

Los espectadores llevan semanas preguntándose cuándo aparecerá. Sabemos que ya ha grabado escenas y que la serie suele ir con dos meses de adelanto, así que su llegada es cuestión de tiempo. Puede aparecer cualquier día, sin previo aviso, cuando menos lo esperemos.

Mientras tanto, la historia paralela entre María Fernández y Jacobo, revelada recientemente, añade aún más capas a este personaje y evidencia que su presencia en La Promesa está destinada a generar conflictos, no a aportar estabilidad.

Lo que está claro es que la ruptura entre Martina y Jacobo ya no es una posibilidad lejana, sino un desenlace inevitable. Ella está despertando, está recuperando su voz, su criterio y su dignidad. Y cuando una mujer abre los ojos, cuando entiende que merece más que celos, control y humillación… no hay vuelta atrás.

Se acabó.