La Promesa: Making of – La venganza de Curro | RTVE Series

Lo que estaban comentando, en esencia, es que aunque todo se trate de un simple ensayo técnico y de coordinación para el equipo —incluyendo el uso del arma, la supervisión del maestro de armas y todos los elementos necesarios—, el proceso debe reproducirse tal como si fuera la escena definitiva. Se confirma que sí, que se hará completo. Incluso añaden que el arma correcta será indicada con antelación para que Chari pueda manipularla, revisarla, practicar el martilleo, preparar la carga y asegurarse de que esté familiarizada con su manejo.

Después mencionan que, siguiendo el guion, un personaje debe aparecer con moretones en la cara y la nariz algo lastimada. Surge entonces una propuesta: enviar una fotografía de referencia a cualquiera de los miembros del equipo que esté cerca para elegir el estilo de maquillaje. Plantean dos alternativas, una más suave que la otra, pero ambas centradas en magulladuras y algunas heridas ligeras, sin llegar a un aspecto excesivamente desfigurado. El objetivo no es representar algo extremo, sino un castigo contundente pero no grotesco.

Aclaran la mecánica narrativa: se trataría de una paliza que deja al personaje inconsciente; luego lo levantan, lo atan a una silla y es allí donde recupera la consciencia. Ese es precisamente el punto de partida del capítulo. Desde ese momento, el espectador debe sentir cuánto tiempo lleva el personaje gritando, suplicando ayuda, tratando de que alguien lo escuche sin éxito. Comentan que ese “récord”, es decir, la continuidad de la escena, puede ajustarse según convenga, pero siempre consensuándolo con los actores implicados —Xavi y Guille— para que el desarrollo se adapte a su comodidad física y emocional.

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Se discute también la posibilidad de colocar una especie de estructura o panel en la pared que pueda ponerse y retirarse en cuestión de segundos, algo que ayudaría al montaje del escenario sin causar complicaciones. Aseguran que no habrá inconvenientes con eso. En cualquier caso, recuerdan que no se mostrará sangre explícita ni planos innecesariamente violentos. La intención no es exhibir gore, sino sugerir la brutalidad mediante detalles y gestos, sin recrearse en elementos gráficos.

Pasan entonces a hablar del arma: consideran el tipo de revólver apropiado para la época y que permita acciones como martillar el percutor con facilidad. Comentan que el diseño oscuro del arma inferior les resulta más adecuado. El plano final del capítulo, dicen, debe mostrar con claridad cómo la bala entra en el tambor antes de cerrarlo, lo que generará un cierre potente para la secuencia.

Aclaran que la escena global, en “tiempo real”, representará unas tres horas dentro de la ficción, aunque la historia del capítulo se desarrollará en aproximadamente 45 minutos, que es lo que dura un episodio habitual.

En ese momento introducen un asunto más narrativo: recuerdan que cuando uno de los personajes insinuó, de forma cuidadosa, que no creía que la muerte de Hana fuera realmente causada por un disparo, la primera impresión fue pensar que el dolor por la pérdida de su hermana le había nublado la mente. Esa duda da pie a un momento interpretativo: uno de ellos se acerca, el otro se gira, y sus miradas se cruzan. Esto sirve para reforzar esa línea de diálogo en la que uno afirma que no son tan distintos, mientras el otro responde negándolo: “No somos iguales”. Y la réplica calmada: “Tranquilo, tranquilo”.

Siguen ajustando detalles de la interpretación: piden que el actor reciba un par de golpes en el abdomen (simulados, claro) para reforzar el realismo. Se oyen comentarios entre ellos, divertidos incluso, sobre la comodidad de la posición y sobre asegurarse de que cada gesto está bien coordinado. Se menciona también la pistola, señalando que creían que era otra persona quien la tenía en la mano, pero se corrige ese detalle técnico rápidamente.

Entre comentarios espontáneos se nota un ambiente de ensayo donde cada gesto debe cuidarse: recuerdan que a veces la reacción instintiva es moverse o contestar de manera automática, pero que el objetivo es mantener la contención dentro del personaje. Hablan del subidón emocional que requieren ciertas escenas y cómo, dentro de eso, uno de los intérpretes debe tranquilizar al otro diciendo algo como: “Amabas a tu madre, lo entiendo”. Desde ahí, se reconstruye la escena.

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Ajustan la postura física: “Llega un momento en que te cojo un poco, así…”, y analizan si esa posición ayuda a transmitir que se está cometiendo una acción violenta sin que sea peligrosa para el actor. Luego discuten qué partes del movimiento deben corregirse según el encuadre, la colocación de la cámara, y qué planos (medios o cortos) serían los más adecuados para transmitir tensión sin perder claridad.

Siguen afinando: comentan que en determinado punto el arma debe estar visible, que el personaje se acerca amenazando, que hay un instante de pausa dramática, y que, en teoría, el diálogo debe incluir una frase como: “Un mal nacido como usted…”. Continúan ensayando: el personaje le recuerda que él ama la vida, y que llevaría a la otra persona a la peor cárcel si eso fuera necesario. Y añade otra línea clave: “¿Sigue creyendo en las casualidades?”. Esa pregunta subraya la idea de que nada de lo que está pasando es fruto del azar.

Finalmente, se da la orden de cortar la prueba: “Vale, corta”. Con eso concluye el ensayo, después de haber revisado las instrucciones técnicas, el tono interpretativo, la gestualidad, la colocación del arma, los planos de cámara y la seguridad de los actores. Todo el equipo queda con una visión clara de cómo se desarrollará la escena, y se entiende que el propósito no es mostrar violencia cruda, sino construir una secuencia intensa, sólida y creíble dentro de la narrativa del capítulo.