momento más glorioso, más triunfante, más absolutamente épico de toda la historia de la promesa

Curro finalmente recibe la justicia que tanto merecía. Un mensajero real llega al palacio con una carta del mismísimo rey Alfonso XI, convocando a Curro a Madrid para proclamarlo oficialmente como varón de Linaja. Todos en la promesa contienen la respiración mientras Curro, acompañado de Ángela y su familia, descubre que la corona reconoce su legitimidad y prepara la ceremonia con todos los honores.

Leocadia, la mujer que lo humilló y conspiró contra él durante meses, es obligada a presenciar todo. Su orgullo se desmorona; cae de rodillas al darse cuenta de que no hay escapatoria. La justicia poética se despliega ante todos: sus crímenes, incluyendo falsificación de documentos reales y conspiración, la condenan a perder títulos y propiedades, y al destierro por diez años. Ángela, enfrentando a su propia madre, se mantiene firme, demostrando que el amor verdadero y la justicia pesan más que los lazos de sangre.

En Madrid, Curro es recibido por el rey en audiencia privada. Alfonso XI le ofrece disculpas personales, reconociendo la injusticia que sufrió. Luego, durante la ceremonia, el monarca le coloca personalmente el manto ceremonial de su abuelo, proclamándolo oficialmente varón de Linaja. La nobleza observa asombrada mientras Curro, emocionado pero humilde, recibe su reconocimiento y todos los honores.

El capítulo culmina con la caída definitiva de Leocadia y el triunfo absoluto de Curro: justicia servida, amor consolidado con Ángela, y un futuro lleno de posibilidades. La promesa se transforma: el varón legítimo ha sido reivindicado, y la conspiradora humillada y desterrada. La serie marca así un punto de inflexión histórico, lleno de emoción, justicia y esperanza para los protagonistas.