HA LLEGADO EL DÍA: EL DESMAYO QUE LO CAMBIA TODO || CRÓNICAS de La Promesa Series
Mira, no tejas de hablar y mucho menos contigo
En La Promesa los silencios pesan más que mil palabras, pero basta un instante para que todo quede marcado en la memoria de los espectadores. Esta vez, lo que parecía una jornada más en el palacio se transformó en un acontecimiento que cambiará el rumbo de varias vidas. Petra Arcos, la mujer más temida, rígida e implacable del servicio, cayó desplomada frente a los ojos de María Fernández, que justo estaba allí en el preciso momento. Una escena tan poderosa que nadie puede ignorarla, porque abre un sinfín de preguntas que ahora flotan en el aire como cuchillos invisibles.
¿Se trata de un simple desvanecimiento o estamos presenciando el inicio del fin de Petra? ¿Sobrevivirá a la enfermedad que la corroe desde hace tiempo o el destino decidió pasarle factura justo cuando menos lo esperaba? En un universo como el de La Promesa, nada es casualidad: cada gesto, cada palabra y cada silencio encierran una consecuencia, y este desmayo no es una excepción.
Desde el primer plano impactante —Petra tendida en el suelo, rígida, inmóvil, mientras María observa entre la sorpresa y la angustia— los guionistas nos lanzan un mensaje claro: nada volverá a ser igual. A primera vista, muchos pensarán que la caída es la consecuencia natural de los males de salud que Petra arrastra desde hace capítulos. La debilidad en su rostro, los gestos de dolor que intentaba disimular con su dureza, las miradas tensas… todo parecía anunciar un colapso inevitable. Sin embargo, en La Promesa nunca podemos quedarnos con la versión más evidente: detrás de cada suceso se esconde un misterio mayor.
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Y aquí nace la gran duda: ¿es solo un episodio médico o alguien lo provocó? La posibilidad de que haya manos interesadas en hacer desaparecer a Petra no puede descartarse. Recordemos que la mujer es una caja fuerte viviente, repleta de secretos que podrían hacer temblar los cimientos del palacio. La marcha o muerte de Petra significaría, al mismo tiempo, liberar y enterrar intrigas capaces de cambiar alianzas y destruir reputaciones.
El impacto para los personajes es tan grande como para el público. Los seguidores de la serie se dividen: unos celebran que quizá llegó la hora de acabar con la tiranía de Petra, harta de manipular, conspirar y despreciar a todos los que la rodean; otros, en cambio, defienden que sin ella la historia perdería a una de sus piezas maestras. Y es que, nos guste o no, el magnetismo del personaje reside en la impecable actuación de Marga, que convirtió a Petra en alguien odiado y necesario a la vez.
Pero lo más interesante es la posición de María Fernández en todo esto. Ella no estaba allí por casualidad. A lo largo de la serie, María ha sido el testigo silencioso de grandes secretos, confesiones y giros inesperados. Ahora se convierte en la primera en contemplar la vulnerabilidad absoluta de Petra. Hasta este momento, la relación entre ambas siempre se caracterizó por la dureza, los reproches y la frialdad. Sin embargo, al ver a Petra desmoronarse, María podría abrir una grieta en esa percepción: tal vez, por primera vez, vea en ella a una mujer frágil, enferma y humana, más allá de la figura cruel que siempre le mostró.
Aquí es donde entramos en el terreno más jugoso: los secretos que Petra guarda. Su desaparición repentina dejaría enterrada una mina de información. Conoce como pocos las intrigas de Cruz Izquierdo, ha sido testigo de los chantajes de Lorenzo de la Mata y sabe hasta dónde puede llegar Leocadia para proteger a su hija y ejecutar su venganza contra los Luján. Además, conoce los movimientos ocultos de los propios criados, esos detalles que podrían volcar todo el equilibrio de poder en el palacio. Si Petra muere, esos secretos mueren con ella, y en un mundo donde la información es poder, eso sería un terremoto silencioso con consecuencias devastadoras.
Pero no todo queda ahí. Hay un nuevo jugador que podría entrar en escena: Cristóbal Ballesteros, el misterioso mayordomo apodado por muchos el Rasputín de La Promesa. Frío, calculador, disciplinado, pero con ese halo enigmático de alguien que sabe moverse entre sombras. Fue traído al palacio por influencia de Leocadia, más como una pieza de estrategia que como un simple servidor. La pregunta es clara: ¿qué hará Cristóbal frente a la debilidad de Petra?
Hasta ahora, Ballesteros ha mostrado implacabilidad con el servicio, pero también pequeños destellos de empatía selectiva, como cuando se acercó a Curro. Con Petra postrada, podría convertirse en su verdugo, consolidando así su poder dentro del servicio, o bien en un inesperado salvador, siguiendo ese paralelismo con Rasputín, que históricamente tenía una conexión especial con los enfermos y agonizantes. Sea cual sea su decisión, marcará un antes y un después en la trama.
Si Petra logra sobrevivir, su relación con María se verá inevitablemente transformada. La doncella, al asistirla en su momento más frágil, puede convertirse en su apoyo más inesperado. Eso abriría un arco narrativo fascinante: dos mujeres que siempre fueron antagonistas, obligadas ahora a convivir en la intimidad de la enfermedad, con un vínculo marcado por la desconfianza y la necesidad.
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Pero si Petra no sobrevive, el hueco que deja es imposible de llenar. No solo porque era el centro de muchas conspiraciones, sino porque su muerte generaría un efecto dominó: Cruz perdería a una aliada incómoda, Leocadia podría encontrar un vacío para mover nuevas fichas, y los criados se verían libres de su constante opresión, aunque con miedo a los secretos que desaparecerían para siempre.
Lo que está claro es que este desmayo no es un accidente trivial. Es el símbolo de que todo puede cambiar en un segundo en La Promesa. Lo que ayer parecía estable, hoy se derrumba. Lo que creíamos eterno, se desvanece con un soplo. Y todo esto ocurre justo después de la marcha de Catalina, lo que aumenta el dramatismo: mientras un personaje se despide, otro se tambalea entre la vida y la muerte.
Los próximos capítulos prometen revelar si Petra encontrará compasión en quienes la rodean o si sus enemigos aprovecharán este momento para enterrarla metafóricamente —o literalmente—. Mientras tanto, los espectadores seguimos expectantes, debatiendo si queremos verla resistir o si preferimos que su final marque el inicio de nuevas intrigas.
En definitiva, lo que hemos presenciado es mucho más que un simple desmayo. Es un aviso de que en La Promesa nadie es intocable, ni siquiera aquellos que parecían tener el control absoluto. Ahora todo está en juego, y el destino de Petra Arcos decidirá no solo su propia historia, sino también el rumbo de todos los que conviven bajo ese techo cargado de secretos.