La Promesa: Curro huye y Ángela descubre la verdad
**Spoiler · *La Promesa*: Curro huye y Ángela descubre la verdad**
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La intensidad alcanza nuevos límites en *La Promesa*. En esta fase decisiva, los secretos que hasta ahora acechaban en la sombra estallan con fuerza. **Curro**, desgarrado por la presión y el peso de sus descubrimientos, opta por la huida. Por su parte, **Ángela**, impulsada por su intuición y la necesidad de saber, pone al descubierto verdades ocultas que podrían transformar por completo el destino de todos.
El drama se dispara cuando Curro, sintiéndose acorralado, decide ausentarse del palacio sin previo aviso. Su marcha no es un simple acto impulsivo: es el resultado de una cadena de traiciones, miedos y revelaciones que lo han empujado al límite. En su partida, deja un vacío que se torna insoportable para quienes quedaron, especialmente para Ángela, que empieza a sospechar que detrás de su huida hay algo más que un acto desesperado.
Mientras Curro se distancia, Ángela comienza a recomponer pistas que otros prefirieron ignorar. Su afán por la verdad la lleva a escarbar entre documentos, cartas, recados y confidencias olvidadas. Cada hallazgo la arrastra más cerca del núcleo oculto de intrigas y mentiras que han sostenido el orden en La Promesa. Lo que descubre no cuadra con lo que le dijeron: las versiones oficiales se resquebrajan ante su obstinación.
En su camino, Ángela se topa con pruebas que conectan a Lorenzo con oscuros manejos, con susurros que la señalan como víctima de engaños, y con silencios deliberados que nadie quería romper. Esas piezas sueltas —una carta incompleta, un telegrama sospechoso, una pista anotada en un margen— comienzan a encajar para formar un retrato más terrible de lo que jamás imaginó.
El instante decisivo llega cuando Ángela consigue acceder al despacho donde Cruto creía que estaba seguro. Allí descubre documentos comprometedores: correspondencia secreta, nombres ocultos, contratos cegados… Todo lo que hasta ahora parecía un rumor sin sustancia adquiere peso, certeza. En ese momento, comprende que Curro no huyó por cobardía, sino para proteger a alguien, o para no dejar evidencias tras de sí. Y también entiende que ella misma fue manipulada, que las máscaras cayeron hace tiempo.
La revelación provoca un terremoto emocional: Ángela siente traición, dolor, pero también determinación. Decide actuar con contundencia. No basta con conocer la verdad: ahora debe confrontarla, exponerla. Su posición como hija de Leocadia y su cercanía con el poder en el palacio le dan recursos, pero también enemigos. Cada paso que da hacia la luz la expone más.

En paralelo, los pasillos de La Promesa arden. Los sirvientes murmuran. Las elites observan. Los pilares del poder tiemblan. La ausencia de Curro se siente como un puñal, pero su huida también era mensaje: algo estaba podrido y él ya no podía quedarse. Ángela, por su parte, decide quedarse para encarar lo que otros han evitado.
Cuando finalmente la confrontación estalla, las alianzas se tuercen y las lealtades se ponen a prueba. Ángela, con las pruebas en la mano, desafía a Leocadia, reta a quienes prefirieron callar y encara al responsable principal de los engaños. La intensidad es máxima: gritos, reproches, objeciones, defensas, ataques intelectuales y emocionales. El silencio cómplice estalla como cristal.
Curro, lejos de todo, observa el fuego que encendió. Su huida no fue abandono, sino un acto necesario para no ser un obstáculo. Pero Ángela, en su furia y en su valentía, toma ahora el rol que él no pudo: ser la portadora de la verdad. Es ella quien ahora sostiene el peso del escándalo, quien expone las cicatrices y quien invita a reconstruir (o a destruir) todo lo construido.
El desenlace de esta etapa no es claro: la certeza se mezcla con la incertidumbre. ¿Logrará Ángela que escuchen la verdad? ¿Podrán reconducir el caos que estalla luego de que tantas mentiras afloren? ¿Dónde estará Curro cuando todo estalle? Lo que parecía un acto impetuoso de huida se revela como el primer paso de una revolución silenciosa, y la joven decide asumirla con sus propias armas.
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