La Promesa Martes 23 Septiembre; Adriano recibe la carta de Catalina.
Bienvenidos a este nuevo vídeo de avance de La Promesa del martes 23 de septiembre de 2025
En el próximo capítulo de La Promesa, la calma aparente de la finca se derrumba bajo el peso de revelaciones estremecedoras, decisiones imposibles y amenazas que ponen en jaque tanto a la familia principal como al servicio. Lo que parecía un día rutinario se convierte en un torbellino de incertidumbre, lágrimas y sospechas que marcarán un antes y un después en la vida de todos los personajes.
El primer sobresalto lo provoca la sorprendente noticia del compromiso entre Ángela y el capitán Lorenzo de la Mata. Lo que en cualquier otra circunstancia podría haber sido motivo de celebración, en La Promesa se transforma en un verdadero escándalo. La unión resulta incomprensible para Alonso, que no logra asimilar cómo Leocadia ha podido entregar a su hija a un hombre que durante años ha sido enemigo declarado de los Luján. La traición le duele en lo más profundo, pues ve en esta decisión no solo un error, sino una ofensa directa al honor de la familia.
Avance de ‘La Promesa’ del martes 23 de septiembre
La más afectada, sin embargo, es la propia Ángela, que no puede ocultar su estado de confusión y nerviosismo. Alterada, se debate entre la obediencia a su madre y la repulsión que le provoca estar ligada a Lorenzo. Su mirada perdida y sus gestos inquietos reflejan la angustia de una joven que no comprende cómo su destino se le ha escapado de las manos.
Curro, por su parte, se siente impotente. No entiende cómo Leocadia, siempre tan protectora, puede haber permitido semejante atrocidad. La incomprensión lo consume, y la rabia hacia Lorenzo crece cada vez más. Sin embargo, lo que ni él ni Ángela saben es que la situación no responde a un simple capricho o interés económico: Lorenzo está chantajeando a Leocadia, obligándola a aceptar el compromiso. Este detalle, todavía oculto para la mayoría, es la pieza clave que explica un rompecabezas de decisiones dolorosas y aparentemente incoherentes.
Pero las sacudidas no terminan ahí. El desconcierto se extiende también al personal de servicio, que observa incrédulo el rumbo de los acontecimientos. Las criadas y mayordomos, acostumbrados a lidiar con tensiones entre sus señores, perciben que en esta ocasión el clima es mucho más grave, casi asfixiante.
La alarma se dispara al máximo cuando se produce un hecho impensable: los mellizos de Catalina aparecen abandonados en un cobertizo, sin rastro alguno de su madre. La noticia sacude a todos. El hallazgo, frío y desolador, enciende las peores sospechas. Nadie entiende qué ha ocurrido realmente.
Adriano es quien más sufre. Desconsolado, incapaz de encontrar sentido a lo ocurrido, se sumerge en la desesperación. No puede imaginar que Catalina, tan entregada a sus pequeños, los haya dejado atrás voluntariamente. Su angustia lo consume, y la incertidumbre lo lleva al borde de la desesperación.
En medio del caos, Teresa intenta devolver algo de serenidad. Con dulzura y firmeza, asegura que Catalina jamás abandonaría a sus hijos sin un motivo de enorme peso. Su fe en la bondad de su amiga la mantiene erguida y le da fuerzas para sostener también a Adriano. Y no tarda en llegar la prueba de que tiene razón.
Poco después, una carta de Catalina llega al palacio. El mensaje sacude a todos: Catalina confiesa que se ha visto obligada a marcharse, tomando la dolorosa decisión de separarse de sus hijos con el único propósito de protegerlos. Explica que temía que Lorenzo, con sus artimañas y rencores, intentara utilizarlos en su contra. Prefiere perder su libertad antes que poner en peligro la vida y el futuro de los pequeños. Esta revelación deja claro que, lejos de ser un abandono, su marcha es un sacrificio desesperado de amor maternal.
Mientras los corazones laten con fuerza por esta noticia, en el interior de la finca también se reacomodan las jerarquías. Cristóbal y Petra asumen el control del servicio en ausencia de Pía, pero el vacío que deja la administradora se convierte en una fuente de roces y tensiones. La organización se resiente, y las quejas no tardan en aparecer.
María Fernández y otros sirvientes no esconden su disgusto. La manera en que se ha gestionado la partida de Pía les parece injusta, y la falta de liderazgo real amenaza con fracturar la unión del servicio. La situación empeora porque Petra, cada vez más irritable y enferma, pierde los nervios con frecuencia. Sus estallidos de carácter, sumados a los signos visibles de un deterioro físico que ya no puede disimular, aumentan la tensión en los pasillos.
El padre Samuel, preocupado por su estado, la insta a bajar el ritmo. Le aconseja que se tome las cosas con calma, que delegue tareas y cuide su salud. Sin embargo, los síntomas se intensifican, y ni siquiera sus intentos de serenarla logran aliviar la sensación de que Petra se dirige hacia un colapso inevitable.
En paralelo, Vera sigue sin encontrar su lugar en la finca. Su reintegración no resulta tan sencilla como esperaba. Aunque el reencuentro con su hermano Federico debería haberle traído consuelo, la realidad es más amarga. Federico no termina de creer que regresar a casa sea la mejor decisión, y la distancia entre ambos se hace evidente. Vera se siente cada vez más sola, atrapada entre la nostalgia y la imposibilidad de hallar un rumbo claro.
Así, el episodio avanza como una sucesión de pruebas y revelaciones. El compromiso forzado de Ángela con Lorenzo expone la vulnerabilidad de Leocadia ante el chantaje. El hallazgo de los mellizos sin su madre desata una tormenta de dolor, que solo encuentra un respiro con la carta de Catalina, en la que se desvela su sacrificio. El servicio, entre disputas y reproches, evidencia el vacío que deja Pía. Y la salud quebradiza de Petra añade un nuevo elemento de preocupación, que amenaza con agravar aún más los conflictos internos.
En este clima, cada personaje se ve obligado a tomar una postura. Alonso se debate entre la indignación y el desconcierto. Curro siente que su familia se derrumba en medio de decisiones que no logra entender. Adriano lucha por mantener la cordura tras el golpe de perder a Catalina y casi a sus hijos. Teresa se convierte en un sostén imprescindible, la voz de esperanza en medio del dolor. Samuel intenta, desde su fe, devolver equilibrio, aunque incluso él percibe que la oscuridad se cierne sobre el palacio.
Mientras tanto, Vera, atrapada en sus dudas, y Federico, reacio a las decisiones precipitadas, representan otra cara del mismo dilema: cómo encontrar un lugar en un entorno marcado por secretos, ausencias y traiciones.
Con este avance, queda claro que el capítulo 681 de La Promesa promete ser uno de los más intensos de la temporada. No solo por la crudeza de los acontecimientos, sino porque cada revelación abre la puerta a nuevas preguntas:
¿Qué secretos oculta exactamente Lorenzo que lo llevan a chantajear a Leocadia?
¿Volverá Catalina a la finca, o su sacrificio marcará un adiós definitivo?
¿Logrará el servicio adaptarse a la ausencia de Pía, o la crisis se profundizará con la enfermedad de Petra?
¿Encontrará Vera el camino de regreso a su familia, o su reencuentro con Federico la empujará a alejarse de nuevo?
La tensión está en su punto más alto, y la sensación de que algo aún mayor está por estallar se respira en cada rincón de la finca. Una certeza queda grabada: el destino de todos los habitantes de La Promesa cambiará para siempre tras este episodio.